Algunas noches de julio

4

Le da los números de octubre-noviembre del 79 (los deja en la cama) y busca entre los vinilos de la estantería — más de cuarenta. Está todo Metallica: del Kill'em all al black álbum; está Maiden, Testament y las Peel Sessions de Napalm Death.

—¿Te ha molado?

Hace que sí con la cabeza.

—Ya te lo dije que son la caña.

Vuelve a las carátulas del Beneath the Remains y del Arise; vuelve a mirarse con extrañeza el renewal de Kreator; y saca por fin el Live after Death: lo despliega, lo recorre, se (de algún modo) deleita…

—1-0.

—¿Qué tienes puesto?

—El cause of death de obituary.

—¿Está guapo?

—Te lo tengo que pasar.

—El que está guapo es el seventh son.

—Ya ves. Mira que a mí Maiden…

—1-1.

—Fuera juego.

—El viernes te lo traigo, que me lo quiero grabar.

—Pilla un mando…

—¿No tienes más?

—¿De qué? ¿De estos?

—Sí… Es que hay los misterios del castillo, que se queda a medias…

—¿Ese cuál era?

—La del tío que va a un castillo, que hay la madre y la hija…

—¡Ah, esa…! Poco cutrillo, ¿no?

—A mí me mola.

—No sé. Me gustan más…

—¡1-2!

—Putos.

—¿Tienes más o qué?

—Pues no sé… tengo que mirarlo.

—Vale.

—Es que todo eso es de mi hermano albert, que ha dejado ahí unas cajas con un montón de polvo: un asco… Ya te lo miraré.

—¿Los discos no se los lleva?

—Ni la consola… ¡Flipas!

—¿Y eso?

—La novia.

—1-3.

—Que no quiere mierda en el piso.

—Joder (vaya plan).

—Le pillé unas penthouse…

—¿A tu hermano?

—Ya ves. Con las revistillas esas…

—¿Y dónde las has metido, cabronazo?

—Me las ha cogido mi madre…

—¡No jodas…!

—Ya te digo.

—1-4.

—¿Echamos unos fifas o qué?