Correspondencias y otros mitos

Bilingüismo o diglosia

En tu pecho vernáculo mi lengua

festejaba el contorno espeso, blando,

y alcanzaba fonemas inaudibles.

Como un tambor africano retumba

tus muslos se salieron de los goznes

y gemías vocales tan abiertas

como ancho es un río sin orillas.

En los registros del estándar culto

me mantenía yo en aquel garito.

Tu boca, de hojas encendidas, rojas,

perseguía afanosa nuestra charla

buscando un claro o un resquicio limpio,

que no dejamos nunca que encontraras.

Sin percatarte, con toda inocencia,

al acercarte para tomar algo,

posaste el pecho encima de la barra,

una cesta de fruta, una ofrenda

de flores derramadas por tu cuello.

Igual que sube la muerte a las torres,

bajé yo a tu cabaña aquella noche.

La poca luz que reposaba en torno

mantuvo oculta, entre densas sombras,

la maraña de objetos y de ropa.

Como no suelo despertarme pronto

me dejaste algo dicho en una nota,

pero tampoco suelo los latines,

ni lenguas muertas o gargantas roncas.