Correspondencias y otros mitos

El andamio

Yo me crié debajo de un andamio

escuchando poemas descarnados,

maravillado de vuestra honradez.

Yo empecé como muchos empezaron,

como empezaron ellos sin saberlo,

desahogando pasiones con palabras,

levantando fachadas de papel,

encofrando metáforas antiguas.

A mí también me gustaría estar

borracho para verlas doblemente

y quisiera el lirismo de obra vista

para escribir poemas más humanos.

Con estas manos delgadas y blandas,

pequeñas, nunca pude encaramarme

a las alturas épicas del verso,

a las ternuras que les confesabais.

Y esas muchachas, culitos hambrientos,

que se escurrían con la frente alta

creyéndose afrentadas por el tono,

luego caen en los brazos elegantes

que sólo sirven para llevar libros.

Esas chicas, sudando chocolate,

andando airadas bajo el sol de la tarde,

no entienden la franqueza emocionada

de vuestras roncas voces de ladrillo.

Si no están dichos entre luces leves,

entre tenues susurros, no querrán

un novio feo para compensar.

Yo no tengo el lirismo de obra vista

y he conseguido, con mis falsos versos,

esas mujeres que vuestro entusiasmo

no supo engatusar.

no supo engatusar. Somos distintos

solamente en la forma de decirlo.

Somos distintos en lo más auténtico:

la palabra desnuda como un eco.