Moledo solo

CANTO X

Laβt, o Parzen, Laβt die Schere tönen

Friedrich Hölderlin

Tus campos ya, Moledo, tus campos ya cabalgan

por los frisos quemados de la verdad histórica,

por el hilo quebrado de las Parcas, oh Parcas,

y en tus campos de nunca, tus campos ya de nunca,

trasiegan sin sus horas tus lodos y tus campos.

Llegan hasta Mulop, azopencados, brutos,

los escoltas del jefe, la rebaba del pueblo,

la norma de la tribu, y lo empujan, lo empujan,

a los pies de la choza de Graup, cara de memo,

caudillo de los lodos, de tus lodos resecos.

Los chiquillos orean el peligro del pueblo:

las viejas negras verjas del viejo Legionario

y los muretes grises y el eco del verdín,

con garras de cristal, con alambre de espino.

Pasan la vista lenta, como el clac-clac de un palo,

pero no osan tocarla, y aguantan el aliento.

Huyen despavoridos ante la cruda imagen,

la retorcida imagen de Cristo en la pared

y su humillada corte de rojos feligreses,

balones que otros niños perdieron a sus pies.

Pero Graup le ha traído un menhir de tres hombres

y espera dél su estirpe, su gran cara de memo.

Cultivadores lentos de legumbre, de trigo,

cultivadores de mugidos y de angustia,

lo observan, porque esperan dél la Dona de l’Aigua

que los proteja al fin del lodo que los hunde.

Mulop sueña un lugar detrás de las montañas

donde escarbar su voz, grabarla en Brunelleschi,

grabar sobre los fríos nervios de Brunelleschi,

grabar el cosmos y ese silencio de payeses.

Pasan de largo y toman la acera de la Rambla.

Sortean a las viejas, los plátanos, los bancos,

derrapan en la esquina que embiste hacia la Plaza.

Las bicis reclinadas en las enormes losas

de la fuente de todos, la fuente que fue pozo,

orillada de mesas y sillas del Marfá.

Se sacian en los grifos donde cuentan que perros

se han saciado antes que ellos, antes que nadie, antes.

Las fuentes de la calle, todo el mundo lo sabe,

la inauguran un perro o el alcalde en su nombre.