Noches en Poderna

El pensamiento de la Joana

—De vegades, em demano quines coses pensaríem si tot estigués bé…

—Quin tot?

—Doncs…

—Vols que la tregui?

—No. No'ncara. Abraça'm ben fort.

—Val.

—Les coses, no? Tot, vull dir.

—Ja.

—Saps?

—Sí, sí. Pues no ho sé. Pot ser que no penséssim en res, al final.

—Vols dir?

—No caldria, no?

—No sé, jo. Això voldria dir que només pensem els problemes, no?

—Gairebé sempre, sí.

—Uf.

—Què?

—Jo penso que es poden pensar altras coses.

—Quines?

La Joana no responde, que se ha ido con el pensamiento a otra parte. El Pere reposa la cabeza sobre sus cabellos (esparcidos en la almohada) y pone la naricilla junto a su cuello, por seguir respirándola de cerca. Luego se aprieta bien fuerte contra su espalda y le coge una teta con hambre de más, pero la Joana apenas lo nota. Está lejos de allí, frente a una casa de campo, grande y de piedra. Se quiere bajo un cielo muy azul y le ha imaginado al horizonte las nubes blancas que le recuerda a los mejores días de la primavera. Pasea por un mar de trigo verde, sin zapatos. No se pincha los pies. Sólo siente la brisa en el pelo suelto y muchas ganas de vivir (en el pecho y en el vientre, sobre todo). Sigue buscando, sin embargo. Quiere saber si se podría emplear la potencia del pensamiento en otra cosa que no fuese resolver cuitas, pero no alcanza a vislumbrar un panorama sin sombras de ninguna clase. Figuradas o no, no sabría por dónde empezar a imaginarse un mundo así. Porque la vida campesina, según va barruntando, no le va a valer. Las bestias comen todos los días y, todos los días, mugen, beben y cagan. Si andaran a su aire, que sería lo bonito y lo justo, se meterían en los sembrados o se las comerían las alimañas del bosque, porque las alimañas del bosque también gruñen, comen y cagan todos los días. Es más, los pocos campesinos que ha conocido la Joana en su vida están todos vencidos por la edad (esto es, cascados a fuerza de palizas) y la casa de piedra, bien mirada, es demasiado grande para juntar algo de calor durante el invierno. Tendrían que follar bajo las mantas, si les quedasen ganas después de toda una jornada de labranza y/o pastoreo.

—Quin fàstic, tot!

—Eh?

La Joana deja de pensar un momento.