Enric Clotet, hereu

Schiele, Retrato doble, 1913, detalle de Heinrich Benesch.

Pero l'Enric se perdía para adentro. En cierto punto de su divagación, vaciló, viró y se hundió, a lo que parece, en sus miserias, la viva estampa de aquella culebrilla encerrada en su puño, y se despidió sin más.

Albada de la fregona

de un sueño ciego, muy negro. Todas las mañanas se encuentra tirada en la cama, como olvidada de alguien. Son cerca de las siete y cuarto y la primera claridad del día, una luz muy vaga y fría, se cuela en su habitación por las rendijas de...

La fiebre de l'Enric Clotet

porque lleva días pensando en ella. Le arden las entrañas. Se quema de mala manera. Y no sabe dónde meterse. Puede ocupar su tiempo con sonetos del Renacimiento o puede tropezar largamente en abruptos consonantes palaciegos, pero su pensamiento vuelve con naturalidad a su cauce y la...

Las cavilaciones del bachiller Joan Pere

Desque el Guiraut abriese la boca para soltar aquello de «la Bertrana, si jo hi vaig, me fa una palla quan li dic versos d'amor», el bachiller Joan Pere se debate fuertemente sobre la quaestio en cuestión: ¿pandémica o celeste? Su amor hacia l'Aldonça es blanco, desde...

Anagnórisis de los dos amigos o El encuentro del bachiller Joan Pere con el Guiraut de la Escombrera

cavilaciones como las callejuelas aquellas. Tenebrosas, tortuosas, arcaizantes. Camina, sin embargo, porque, leyendo de mala gana cierto pliego que estuvo de moda hace ya unos años, ha dado con la manera de robarle un beso a su Aldonça: el bachiller Joan Pere necesita con urgencia un ejemplar...

La desdicha de la Remei o La determinación de los miserables II

Pichot Gironés, Mercat, 1906-11.

para nada. Dan las diez en el reloj de pared. Hoy era el día. Hoy tenía que ser el día. L'Enric vuelve la vista a los versos de la égloga primera. Afuera, las paredes son las mismas. Todo sigue igual. Ella no llega. Ella, que está por...

Diálogo de la azotea o La resignación de las feas

Amades, Costumari català, Barcelona, Salvat Editores, 1950, tomo I, página 265, detalle de un cielo de brujas.

unos pocos escalones más, antes de abrir la puerta. Luego sale a la azotea y recibe todo el azul del cielo en los ojos:

—Quin dia, tu!

—Veritat?

L'Encarnació baja la vista a los tejados del barrio y, como se le antojan prosaicos de aburrimiento, se vuelve sobre sus pies...