Libro de fábulas del maestro Miguelillo

Fábula de la ardilla roja que no podía pagar

Pesadilla que le soñó el maestro Miguelillo a las hormigas del mundo

Es esta la fábula de la ardillita roja que, estando dormida, se desvela y decide que se va de casa porque no puede dormir más. Es la madrugada de otras noches, así que la ardillita roja sale de su guarida sin bufanda ni nada y baja el tronco por la avenida de los líquenes amarillos, muy callada. La corteza de las calles vuelve a estar manchada de musgo y una luz de gas, imposible a la razón, cae de ninguna parte. La ardillita roja, temerosa del pico de las lechuzas, no mira al techo sin estrellas. Prefiere correr a saltitos hasta la panadería que hay a la vuelta de la esquina.

La ardilla roja

Buenos días, señor Urogallo.

El urogallo

Buenas noches tenga usté. Qué le pongo esta mañana?

La ardilla roja

Una barrita de cuarto.

El urogallo

Tenga.

La ardilla roja

Aquí tiene.

El urogallo

Qué es eso?

La ardilla roja

Esto? Su dinero.

El urogallo

Ah, no, no. Aquí no comemos de eso.

La ardilla roja

Ya.

El urogallo

Pero… si no trae usté otra cosa en los bolsillos, se viene usté mañana con un puñadito de pipas o algo (algo que podamos llevarnos al buche en casa, ya m'entiende) y quedamos iguales.

La ardilla roja

Sí, sí. Vale.

La ardillita roja regresa al bosque con ganas de bacalao. Todavía está a tiempo de cenar alguna cosa, así que tira sin miedo por el hueco que deja el cielo a su paso y, tres rocas más abajo, tuerce hacia el paseo de los chopos que discurre junto al río. En todo el rato, mientras olisqueaba los orines de la comadreja por los rincones, la ardillita roja no ha dejado de pensar «qué pollos más raros, estos panaderos». Luego, luego de presentir unas alas en la noche, se mete en el colmado de la acera de enfrente.

La ardilla roja

Buenos días, señora Nutria.

La nutria

Buenas noches tenga usté. Qué le pongo esta mañana?

La ardilla roja

Unas salazones en lata.

La nutria

Tenga.

La ardilla roja

Cuánto es?

La nutria

Lo menos, lo menos, una madeja de lana buena o, si lo prefiere, dos cajitas de mistos.

La ardilla roja

Y no le valdrían unas monedas?

La nutria

Ah, no, no. Aquí no comemos de eso.

La ardilla roja

Ya.

La nutria

Pero… si usté lo quiere, le aceptaría con gusto esa barrita de pan tierno que lleva bajo'l brazo.

La ardilla roja

Y con qué rebaño yo el plato?

La nutria

No le valen sus moneditas para eso?

La ardillita roja sale con lata, y sin pan, del colmado de las nutrias. Cuenta cuatro monedas y un susto en el bolsillo de la chalequilla. Si los animalillos del bosque no quieren de pronto sus dineros, no tiene con qué pasar los días del invierno que están por llegar y, lo que es peor, siente que ha malogrado para siempre una primavera de su vida, con lo caras que son… cuando sólo son tres. Porque, mientras unos recogían sonrisas y otros cosechaban buenos ratos, la ardillita roja rebuscaba con afán en la hojarasca… ¿para nada? ¿Y si ha sido todo en balde? Por saberlo, tan sólo, la ardillita roja se acerca a la topera de las chatarras, pasada la estación del ferrocarril.

La ardilla roja

Buenos días, señor Topo.

El topo

Buenas noches tenga usté. Qué le trae por aquí?

La ardilla roja

Esto.

El topo

A estas horas?

La ardilla roja

Sí.

El señor Topo pone una moneda entre sus dientes y la muerde. El metal se dobla vilmente para horror de la ardillita roja, que no sabe dónde meterse.

El topo

Esto no vale para nada.

La ardilla roja

Ya.

El topo

Pero… si me trae usté un buen montón de esto, podríamos cambiarlas al peso por gravilla para el jardín.

La ardilla roja

Es que vivo en un tercero.

El topo

Bueno… Lo mismo, fundiéndolas, daban para un orinal. Tiene usté uno en casa?

La ardilla roja

Pues no.

Enseñanza

Los animalillos del bosque, aunque no averiguaron nunca cómo llegaron a tan fabuloso acuerdo, obraron todos a una en el sueño de la ardillita roja porque, sólo de esta manera, era posible darle un susto de muerte a sus muchas monedas.