Égloga I
El jocoso charlar de dos muchachos,
entretenidos junto al MARE NOSTRUM
en lanzar faunos estridentes, crispa
la crecida marea de burgueses
respetables, su triunfo de almidón.
Sentados en la orilla se solazan
con el fluir de los blancos rebaños
de bolsas y compresas, con la brisa
que pellizca sus pies entumecidos.
Una salva de aplausos y silbidos
reclama su atención a un horizonte
de iridiscentes chicas en bikini
jugando entre grititos y gemidos
al voleibol. Entona su lamento
Silvano, junto al gozo de su amigo.
El coro de gaviotas, y sus burlas.
El coro de las barcas, a lo lejos.
GAVILÁN
Mira, Silvano, ¡Belona! Sus bronces
dormidos bajo el trigo de su cuerpo.
SILVANO
Sí, Belona, mi dulce, mi antiquísima
Belona, más ligera que las dunas.
GAVILÁN
Mira qué bien se inclina y que recibe
y expresa el suave bulto de su estirpe,
la amable borla.
SILVANO
la amable borla. Déjalo, me queman
su ausencia, su figura, su memoria.
GAVILÁN
Pues mira a Galatea, ¡mira qué
maduras, qué jugosas que las tiene!
SILVANO
Pero luego se vuelven duras, vuelven
a su marchito origen, sólo quedan
el ácido recuerdo y
GAVILÁN
el ácido recuerdo y ¡lo que gozas!
Busca el placer de cada instante, busca
ser dueño del momento.
SILVANO
ser dueño del momento. ¡Ah! Belona…
Fue nuestro aquel último verano.
GAVILÁN
Lo conocemos bien, estate al caso,
deja las penas y atiende a razones:
no encontrarás mayores que esas dos.
SILVANO
Aquella noche sobre los espejos
quebrados, temblorosos, de la luna,
nuestros hombros flotando apenas, nuestros
besos mojados en las aguas calmas.
Nos tropezamos con una corriente
de peces sin anzuelo entre las piernas
y una maraña de sedal oscuro
nos acechaba a cada paso en falso.
GAVILÁN
Observa ahora, guárdate el recuerdo
para el duro colchón, para tus noches.
Calla, Silvano, que sirve Varinia…
SILVANO
Tras las boyas, flotando, tras las boyas,
enredado en tus algas y en tu cuello.
Tras las boyas, Belona, y en tus redes,
mecido sin mañana entre tus redes.
CORO de BARCAS
Los amores y las olas
nadie sabe dónde nacen,
ni en qué orilla en la que rompen.
Quién lo sabe, quién lo sabe…
SILVANO
Se alzó una brisa (cristales de acero)
que vibraba en las gotas afiladas
y ya se ahogaba el crepúsculo, pero
flotaba mi sentido a la deriva
y Belona tampoco se quejaba.
CORO de GAVIOTAS 1
¡Oh tus besos! ¡Oh! ¡Oh!
Tus labios y la luna.
CORO de GAVIOTAS 2
¡Oh! Déjame que cante
¡oh! a tu oído ¿Oh?
Sí, ¡OH! Tus hombros, sí.
CORO de GAVIOTAS 1
¡Sí, que cante! ¡Que cante!
CORO de GAVIOTAS 2
Oh, sardinita mía,
oh, tus hombros de plata.
CORO de GAVIOTAS 1
Tus besos, sí, tus besos.
Tus besos, tus escamas.
SILVANO
Nos arropamos entre las toallas
extinguiendo el espinoso crepúsculo
que aguzaba, frotando, la humedad.
Le frotaba la espalda, la envolvía
en mis besos frotados, se azoraba
en recoger sus húmedos cabellos,
frotando, me decía cuánto le
frotaban en su vientre y en sus muslos,
cuánto las friegas calmaban el frío,
cuánto sus frotaduras en sus brazos,
sus erosiones y el vello erizado.
Hicimos, con las friegas, un capullo.
Un estrecho capullo interminable
y dejamos morir los bañadores
en el rebozo oscuro de la playa.
GAVILÁN
Disculpa, ¿qué decías?
SILVANO
Disculpa, ¿qué decías? ¿Eh? No, nada.
GAVILÁN
Mira, Silvano, van hacia las duchas.
CORO de BARCAS
Cada cual en la su orilla
con la espuma se deshace.
Los amores y las olas…
quién lo sabe, quién lo sabe…