Égloga V
Navegando en la calma del verano,
en el suave vaivén, en la dichosa
inmediatez del cielo, de la tarde,
los dos amigos, Marco y Gavilán,
flotando en una breve plataforma
con los pies remojados en las olas.
Los gritos astillados, a lo lejos,
de barcos y bocinas y gaviotas.
GAVILÁN
¿Cómo va con Varinia?, que hace días
que no te nos lamentas ni te excitas.
MARCO
Debes estar cansado ya de nuestros
largos, pesados y amorosos cuentos…
sobre todo, teniendo en cuenta que
tú todavía no has tenido nada
interesante que contarnos.
GAVILÁN
interesante que contarnos. ¡Bah!
No te preocupes por mis cosas, Marco,
que más pronto que tarde os retendré
con una relación entretenida.
Podríamos incluso hacer un juego
y contarlas todas la misma noche,
como un concurso.
MARCO
como un concurso. Ganará la mía.
GAVILÁN
La mía, cuando esté, será de traca.
Nemoroso y Silvano, braza larga,
remontan la distancia, crol y espalda,
se lanzan pullas, se zambullen luego
con sinuoso rumbo o cojo remo.
GAVILÁN
¡Eh! Nemoroso, ¿cómo es que no viene
Salicio juntamente?
NEMOROSO
Salicio juntamente? ¿No lo sabes?
Ha salido con Laura el muy imbécil.
GAVILÁN
Parece que la cabra tira al monte.
SILVANO
Parece.
GAVILÁN
Parece. ¿Y mañana por la noche?
NEMOROSO
Más le vale venir, porque si no…
MARCO
Anda que si montamos una fiesta
por él, y no aparece…
NEMOROSO
por él, y no aparece… Más le vale.
NEMOROSO
Dejemos eso y vayamos al grano.
Por las calles estrechas de detrás
de la iglesia se cuenta que has dejado
de pensar en Belona, ¿eh, Silvano?
GAVILÁN
¡¿De dónde sacas esa tontería?!
Aquí el amigo está tonto perdío.
MARCO
Eso es verdad, está embrujado.
NEMOROSO
Pues entre los geranios y las rejas
se oyen decires de amigas y viejas…
GAVILÁN
Déjate de preludios, venga, cuenta.
NEMOROSO
En la Plaza del Plomo esta mañana
oí decir que la pasada noche
dormiste el sueño de los trigos blancos.
SILVANO
¿Qué es lo que quieres decir, Nemoroso?
NEMOROSO
Que te entendiste con la panadera.
MARCO y GAVILÁN
¡Galatea!
NEMOROSO
¡Galatea! Exacto.
GAVILÁN
¡Galatea! Exacto. ¡Bribonazo!
MARCO
Qué bien callado lo tenía el tío…
GAVILÁN
¿Qué ha pasado con tus "¡Ah! Belona… ¡Oh!
Belona… ¡Oh, tus bronces! ¡Uy, tus piernas!
Todos ríen y ruedan hasta el borde.
Caen al mar, o se lanzan dando gritos
feroces, desmembrados, juveniles.
NEMOROSO
¿Tú es que no sabes que un clavo con otro
sale?
SILVANO
sale? La extraño mucho, creo que
se podría decir que aún la quiero.
Pero también Galatea me gusta.
¿No me pueden gustar dos a la vez?
MARCO
Y tres y cuatro.
GAVILÁN
Y tres y cuatro. Anda que… A mí,
sin ir más lejos, mientras estén buenas
todas me gustan.
NEMOROSO
todas me gustan. ¿Cómo habías de ir
más lejos? ¿Cuándo te has quedado tú
antes del límite? ¿Eh, Gavilán?
Ríen, se empujan, brincan, forcejean.
Dan saltos curvos, fantasiosos, dan
sonoras volteretas y planchazos,
pronto olvidan la trama de Silvano.
Llegan nadando sin prisa unas chicas
y en el transcurso paran, se salpican,
ríen y se zambullen, otras gritan,
acaso por un roce repentino,
y la culpable aparece unos metros
más allá, sonriendo, con fingida
malicia, y en la frente lleva escrito
el próximo pellizco y se sumerge
de nuevo, renovando todo el rito.
GAVILÁN
Muchachos, me parece que tendremos
una buena alegría para el cuerpo.
Se sientan en un renglón, como unos jueces
que hubieran de anotar las puntuaciones
al mismo borde de la plataforma.
NEMOROSO
Mientras vienen y no, Silvano, cuenta
de una vez qué pasó con Galatea.
SILVANO
Cuando volvimos de la Arcadia, vi
un mensaje, decía que la viera,
que no había con ella nadie más.
Me acerqué por la calle que da al horno.
La puerta estaba abierta y ella estaba
fatigando sus dedos en un cuenco,
de espaldas, con el pelo recogido,
y estuve allí mirándola en el umbral,
hasta que se deshizo de su moño
un sátiro mechón, trigueño y lacio,
que apartó con el dorso de la mano
dejando un rastro blanco en su mejilla.
GAVILÁN
¡¿Quieres sacar los bollos de una vez?!
SILVANO
La abordé por detrás y entré mis manos
por entre el delantal y la camisa,
las holgadas rendijas, los botones,
probé en su cuello los dulces del día.
MARCO
Macho, si siempre hacen el pan así,
no volveré a comprar el pan allí.
SILVANO
Un vendaval de telas y de paños,
de trapos, los faldones de su blusa,
sus tejanos ceñidos, ¡un botón!,
grande y redondo, frío, metálico.
Despacio le bajé los pantalones,
los volantes bordados de sus bragas,
espumosas, volátiles y blancas,
el molde de su oreja, los azúcares
colgando de su lóbulo tan tierno,
entre sus glúteos densos me amasaba.
GAVILÁN
Muele el grano, molinera.
Muélelo fino y despacio,
hasta que quede bien blanco.
Muele el grano, molinera.
SILVANO
Soltamos todos los nudos y lazos,
se extendió de bruces en la mesa.
Su lomo curvo, su loma despierta,
sus pechos rebozados en harina,
sus pechos blandos y su piel de crema.
GAVILÁN
¡Joder, Silvano, menudo polvazo!
MARCO
¿Pero no se entendía con Urbano?
NEMOROSO
¡Que le den! ¡Burgués asqueroso!
Hay que farolearlos de una vez,
son unos bucaneros redomados.
MARCO
¿Cómo farolear? Tú eres malísimo
al poker.
NEMOROSO
al poker. Tienes menos luces, Marco…
¿No has leído los Cantos moledanos?
Tampoco el Romancero legendario
del Vallès?
MARCO
del Vallès? Ya lo sabes, si hay película…
NEMOROSO
Ahí farolear es levantar
por medio de una soga a los burgueses
con la farola a modo de polea.
MARCO
¿Y solucionarías algo haciendo
eso? ¿Qué soluciona la violencia?
NEMOROSO
Marco, no puedes obviar que los actos
tienen sus consecuencias.
MARCO
tienen sus consecuencias. Todos tuertos.
NEMOROSO
El mismo Maquiavelo postulaba
que el poderoso debe procurarle
a su pueblo una mínima decencia.
MARCO
Por muy injustos y crueles que sean
nada te da derecho a comportarte
como una bestia.
NEMOROSO
como una bestia. Ellos son bestiales.
GAVILÁN
Déjate de quimeras, Nemoroso,
tienes ideas de bombero, tienes
ansia de antorcha y hambre bolchevique.
MARCO
¿Tú que opinas, Silvano, crees que habría
que atarles la corbata a los burgueses?
GAVILÁN
¡Eh, Silvano! Ya está otra vez pasmao…
SILVANO
Los volantes tan dulces de sus bragas,
nubes cortadas, algodón despierto,
mis dedos brisa y sus volantes vuelo.