Las marítimas

Tinc l'amarga enyorança d'aquell temps de les Èglogues

Vicent Andrés Estellés

Égloga VIII

Bajo el suave rumor del aparato

de aire acondicionado, se pajea

Silvano, arrastrado en la corriente

de recuerdos, las nalgas y los pechos

de su querida amante, Galatea.

SILVANO

Cómo vibran tus pechos y tu boca…

¡Cómo entre las harinas y la mesa!

La mesa de amasarte la entrepierna,

tus tetas retozonas en harina…

¡Cómo la curva! ¡Oh, sí! ¡Tus caderas!

¡Oh, oh! ¡Tus muslos! ¡Uh, tus nalgas frías!

¡Cómo tus! ¡Cómo, cómo! ¡Uh!… Belona…

Allí en tu habitación me la mamabas…

El techo blanco y liso y aquel móvil

de conchas de colores de los hippies.

Daban igual tus padres, igual daban

las llamadas perdidas, los teléfonos

caídos en la angustia de los tonos.

¡Ah, Belona! Tus labios. ¡Uh! Tu boca.

¡Oh, sí! Tu mano. ¡Tu mano ligera!

Por la curva secreta de tu coño

encontré la respuesta a mi quimera,

encontré un viento de pájaros verdes

que volvían del Sur cada mañana.

Recuerdo tu alegría de correrme

entre tus tetas frondosas y tiernas

y entre tus manos balbuciendo semen.

CLIMATIZADOR

Temor de ardor, temor, bramidos sin calor.

Roncos bramidos de brumas y focos.

Broncas de amigos y bromas de locos.

SILVANO

¡Uf! En las oquedades de la piedra,

las piedras escarpadas bajo el faro,

las ramas secas del acantilado…

Éramos como dos gaviotas jóvenes

buscando un hueco íntimo en la roca

con ansias de empollar nuestros amores.

Caíste encima de mí como un río.

Tu amor de río, ¡sí!, tu amor fluvial.

¿Por qué un amor, Amor? ¿Por qué no dos?

Si galopamos juntos los confines…

por las ramblas de nubes, por las vísperas.

Nos íbamos de bruces hacia el cielo.

¡Nos íbamos! ¡Nos íbamos! ¡De bruces!

Los cuerpos desplegados sobre frases,

nos íbamos fluidos por el viento,

las manos enfilaban los azares

y ráfagas de cumbres sin distancia.

¡Oh, sí! Belona… curva sin segmentos.

No. Ya no. Galatea, ¡Galatea!

¡Sí, sí! Tendida sobre las harinas…

muele moliendo el trigo sin espiga,

trotando sobre el trigo sin aristas,

trotando por las camas de la siega

y tamborileando el cuerpo contra

el cuerpo, la alegría contra el gozo,

sus muslos entregados a la noria.

Las colinas celestes de Belona…

El vuelo de las aves por Belona…

No. Que no. ¡Galatea! ¿Por qué no?

¿Por qué un amor, Amor? ¿Por qué no dos?

¿Por qué no sólo verbo, verbo, verbo

y sujetos elípticos sin nombre?

¿Por qué no dos, Amor, ¿Y por qué no?

Tropieza en estas cuestiones y en otras

trasvasando su sangre hacia el cerebro:

se bate con metrónomo cansado.

CLIMATIZADOR

Temor de ardor, temor, de sangre sin sudor.

Temor del ancho tedio, del tedio sin sabor,

de ruido sin rumor. Temor, de olvido sin rencor.

Enfangado en sus carnes deliradas

pace un sueño de mundos paralelos.

Las olas de la angustia le cabalgan

todo el cuerpo, vencido y afligido,

y naufraga en los mares inalámbricos

de un mensaje de texto sin respuesta.