Hay algunas mañanas guillenianas
Hay algunas mañanas guillenianas,
el vigor de los montes, de los árboles,
el cielo límpido, las nubes blancas,
que me hacen ver el mundo hermoso, cálido.
Me olvido de las gentes que lo pueblan,
del torrente podrido de egotismo;
los ojos asfaltados, se me olvida.
Salgo al balcón y no miro hacia abajo,
a la calle frenética de coches.
Busco en el horizonte un trozo verde,
una orilla sin casas, una loma
virgen y plácida. Salgo, respiro.