Correspondencias y otros mitos

Los ávidos

Yo los he visto sucumbir a veces

en tus lánguidos brazos como un verso

al amparo de saberse tuyos.

Mueren sus días por llevarte dentro,

mueren sus noches por que les ofrezcas

el dulce fruto de tu carne abierto.

No conocen el último bocado

amargo como un soplo de locura

que encontrarán al borde de tu cuerpo.

Yo los he visto sucumbir a veces

llevándote del brazo sonriendo,

con las cuencas vacías y cruzando

salas cargadas de lacias sonrisas.

Yo los he visto, sí, forjando el hierro

con sus vientres hinchados como un grito,

como un globo de vísceras y sueños.

Esos hombres trasnochados, lunáticos,

venderán a su madre cuando lleguen

(blancas) las horas, la voz, del deseo.