Romance imposible
Me dijiste en tu vernácula
tristes palabras de hiedra;
tristes, colgadas del muro
en tu vernácula lengua.
En aquel tiempo no pude
grabar en aquella piedra
algo más que nuestros nombres
durante la larga espera.
Hoy podrían ocurrírseme
—los años, la experiencia—
palabras, frases o versos,
podría grabarla entera.
De los mundos te han llamado;
de una u otra, u otra esfera
querías ser, por el miedo,
dime tú, ¿quina por, nena?
Sé que cuando yo te hablaba
—mi pierna sobre tu pierna—,
de estío nada, verano,
mi voz te tronó muy cerca.
Sé que mi acento cantaba,
porque soy de otra madera
—madera de olivo y roble
en tus escamas morenas—.
Intuías que en mi casa
no creemos en banderas,
no en vano dijo mi padre
que indican por dónde tiembla.
Sentada entre tus amigas,
entre cantos de habanera,
el ron quemado, toallas,
tumbado sobre la arena.
El eco de tus susurros
suena como el trigo suena
al silencio de los campos
que mece la primavera.