Las ruinas
En este poblado ibero
hoy retumban las cortezas,
deshace el viento los muros
que yacen, toscos, por tierra.
Al sur se inclinan los pinos
y en el mar su verde mezclan,
entre sus muchas agujas
los rayos tibios se cuelan.
Otra vez voy paseando,
otra vez subo esta senda.
Así paseaba yo,
mi andar doblado en la arena,
demasiado endomingado
para el color de la escena.
Le flameaba la falda
de flores entre sus piernas.
Quiso contarme su estado,
yo me subía a las piedras
o buscaba en el mar barcos,
buscaba sus blancas velas.
Quiso cogerme la mano,
noté su sombra muy cerca.
Me senté en el yacimiento,
ella me miraba atenta.
Recuerdo que le temblaban
los rizos tras las orejas.
La veo ahora en el banco,
ese banco de madera,
y el cielo y el mar tan amplios
tan azules y tan cerca.
Entonces no quise verlo,
no quise tener conciencia,
ha sido el peso del tiempo
lo que me ha hecho darme cuenta,
que tanto egoísmo mata,
que mata tanta miseria.