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Los tranvías de V

Suenan tranvías lentos en la noche,

horas llenas de nada,

horas.

Miras en la pared cómo pasa la vida,

el último tranvía de la noche.

De nuevo rasgas versos,

rasgas versos despacio en un papel,

una égloga vieja,

la misma égloga de aquellos años,

invocas a Belisa por tus versos

y te duelen las piernas.

Te duelen y no duermes, te duelen y le robas

versos al sueño.

Llenan tranvías esta noche lenta,

el nicho del despacho, los pasillos.

La vecina de arriba

tose.

Te estás meando pero no vas al baño, no

vas a cruzar ese pasillo hostil

donde pudiste haber jugado con tu hija.

Invocas a Belisa marchándose despacio

en la baranda gris de aquel tranvía

que paraba en la plaza de Sant Roc.

Invocas el chirrido agudo del acero en los raíles, frío

como un recuerdo alegre en un barco de niebla.

Pasan tranvías por la noche lenta,

llenan paredes y ventanas, hojas,

tranvías llenos de églogas en tus papeles rancios

por raíles de niebla silencio en el despacho versos llenos de horas.

Isabel ronca dulcemente ahí

al lado.

Te aferrarías todo tú a ella

pero serías náufrago en el madero negro

de una noche cualquiera de tranvías.