Las llamas de C
Sentado en una calle a las afueras,
en un banco delante de una fábrica.
Una mano que hurga en el bolsillo;
la otra, una lata de cerveza
casi vacía.
Suena el silbato de vapor, las cinco
de la tarde, ya salen los obreros
con sus monos azules y las densas
manchas de grasa.
Salen como cerillas renegridas
que se han dejado
todo el fuego en la línea.
Una riada lenta de cerillas
y recuerdas la vieja biblioteca
en llamas,
todos aquellos libros en llamas que tragaste
de joven.
Tienes unas monedas, jugueteas
con las monedas del bolsillo, unas
putas monedas, no te llegan para
otra lata.
Das cuerda a cosas vacías, a días
vacíos.
Te tragaste aquel fuego que ahora escupes
a cualquiera que asome por tu rostro.
Eres un puto desgraciado más
ahí delante.
La tristeza es un lujo, no te llega
para otra lata.