La garganta de A
Mientras crecen tus barbas en un parque de San Francisco
viendo el trino de un pájaro y un verso,
tu editor suda rayas verticales, suda torsos y suda pollas en la instrucción
del fiscal del Estado.
El pobre ha cometido el craso error
de publicar un libro de poemas.
El juez escucha con curiosidad
y el fiscal del Estado hostiga a tu editor
con una relación de tus metáforas, con una relación de tus sagrados
cantos de pájaro, trinos y Moloch.
Crecen tus barbas en el parque y miras
una rama cualquiera, el trino sostenido y ese verso,
puede que te echen dólares en la barba desnuda vagabundo.
Huyen tus barbas, huyen de verticales, huyen de horizontales, huyen
por un aullido terco de versículos y voz rota de jazz y sodomía
una liberación histérica de sexo
y tripis de gemidos vagabundo.
Tú mientras tanto buscas el trino de aquel pájaro y el verso entre tus barbas
tus barbas y un influjo de Walt Whitman
que enseñó el canto de los versos
a los pájaros.
Mientras tú cantas un aullido seco de versos en tus barbas ya de Whitman
tu editor
tus barbas, un aullido roto y jazz,
tus barbas vagabundas por una máquina de sexo y júbilo,
tu editor se las ve y se las desea
por defender el arte y la palabra,
por defender tu arte y tu palabra.