A K, hombre de perfil
Es por estos pasillos,
los pasadizos blancos donde la pena absorta
y el secreto del cáncer contemplo ensimismado,
donde me acuerdo
de tus nocturnidades y de tus grandes mármoles.
Siempre te tuve un gran respeto de pirámide
hasta que anduve a oscuras tus secretos demóticos,
tus pórticos de jaspe llenos de jeroglíficos
que callan de repente cuando son renombrados.
Es por estos pasillos
como aquellas callejas sucias.
La tos resuena en esos callejones estrechos,
una tos hueca y sorda, unos acordes lentos,
grutas de voz sin público, grutas de úvula negra.
Y como Edipo vagas por esos callejones,
añorando tu reino, tu inocencia truncada.
Te fantaseas hijo de Afrodita y sus dones,
y la veneras donde puedes, allí en la plaza
y en el hostal aquel de las camas por horas.
Es por estos pasillos
con el perfil que vuelve de tu tiempo
y ocultan el amor en el deseo
donde contemplo al fin los formularios de horas
que rellenaste entonces en la delegación.
Es ahora también en estos callejones
de mi vida ya tuya donde te tengo brazos,
donde lo mismo dicho de vuelta ya de ti
se vive con los hombros gachos, como entendiendo
la plenitud del joven, la plenitud del cuerpo
y por qué hipotecaste tu amor por unos táleros
de sexo en tu memoria para hurgarla de viejo.