CANTO XL
Mulop ha enterrado un aforismo pintado en una losa.
Ha abierto un hueco oscuro en el suelo del mundo
y ha enterrado su voz y sus estrellas.
Como Kafka ha enterrado su silencio
en un sombrío cajón del despacho,
Mulop ha sepultado gacelas y cipreses
en la tierra arcillosa de Moledo.
Roser abre el cajón de su escritorio
y encuentra el moho de su olvido:
un hedor megalítico y oscuro,
un hedor rancio de granito húmedo.
La doctora le dijo que bien podían molestarle,
darle náuseas, olores muy comunes.
Ya es Gregor Samsa hundida en el cajón de Kafka,
cucaracha enterrada
en el campo de urnas de un servidor remoto,
la necrópolis muda de su prosa.
Ya Kafka merodea por el trino salvaje de celdas y semanas
en blanco,
su teléfono en blanco, sus emails y calendarios obesos de nada,
aparcada del mundo, de la vida,
un cajón de su vida sin propósito, un cajón
de Kafka.
Mulop hunde su voz entre los fangos grises y las arcillas
y Alicia guarda todos los ojos y los likes
en un cajón de su escritorio.
Un pavor cereal, cosechas y cosechas
de miedo
la abordan por las notas del móvil, en los chats
que ha eliminado, teme
quedarse en una placenta de olvido,
cosechas y cosechas de indiferencia,
cosechas y cosechas de hueco, y enterrada
en los papeles de su escritorio, sin likes ni retweets,
como una losa fría o el menhir de Mulop, enterrada sin tiempo.