CANTO XXXV
Huyen gacelas cárdenas por las losas oscuras de Mulop,
por las losas tiznadas para el tiempo.
Huyen gacelas
por voces de agujero, por ritos de vudú y plan nutricional.
Huyen de un aquelarre de amantes y de llamas de trapo y de deseo,
de la superstición y de la magia.
Huyen de llamas y venablos, huyen
de un aquelarre negro de amantes cazadores
volcados sobre el llanto por manadas de angustia,
por hordas de ilusión y ayer sin freno.
Huyen gacelas en la noche, Seiku
se ha hundido en los hechizos del Profesor Anán,
el vidente africano experto en los trabajos de hechicería, más de treinta y siete años
de experiencia en hechizos de la tierra y en amarres de amor.
Ha caído en un círculo de brujos,
en la lágrima tierna del sacro cocodrilo
y sus ojos perdidos en el bypass de la magia.
Huyen gacelas en bandadas, brisas,
huyen por un caudal de tutoriales de dieta y carbohidratos.
Natalia se ha sumido
en el otoño mustio de las carnes del novio,
fofas, caídas, mantecosas, crasas.
Se ha sumido en la turba de gurús de la dieta
y le prepara un filtro de incremento de masa,
un zulo de chantaje emocional
y visitar el templo juntos cada mañana.
Huyen gacelas en la noche herida de andenes de quietud y de paisaje gris
en el sueño de Mir.
Es suya Atares como son también suyas las tierras de su padre, suyas
y suyas son las bestias, como suyos
son sus vasallos hasta los confines
de Moledo.
Huyen gacelas por pinceladas secas de Monet y el sedal negro de la burundanga.
El sueño gélido de Mir y brisa,
gacela herida y noche, gacela hecha horizonte
del sueño de visillos y fiordos impertérritos de Atares hecha lápida,
hecha gacela sin carrera y brisa de su apetito indómito y estatua,
hecha ceguera y bosque sin relinchos,
amada en el amado trastornada.
Huyen gacelas, huyen
florestas de gacelas derramadas,
bandadas de gacelas por las losas heridas, por las calles heridas,
por las losas en sangre de Moledo.
Mulop dibuja en un rincón del bosque
gacelas en la noche.