CANTO XXVII
Observa a su marido desmoronar los ojos
allá arriba en la torre,
mientras quita la tierra de las coles, las mete
en el capazo, luego, las ordena
en el capazo, luego, coge de nuevo coles
y les quita la tierra, de nuevo, luego, mira
de nuevo hacia la torre, donde ya no hay almenas
en los ojos de torre de su marido en ruinas.
Los jóvenes traspasan, sin mirar
atrás, el arco magnético de un
jubilado otoñal y jorobado.
Se indigna pobremente, tímida-
mente,
y sigue su trasiego de tortuga.
Las risas dellos y Nihil en las
plegarias.