Moledo solo

CANTO XLVIII

Roban unos caballos de los establos de Veire y se arrojan

al polvo del camino.

Corre Quirón por bosques de frustración y embustes, por bosques de ignorancia

y curanderos homeópatas.

Corre Quirón y huye en círculos por montes de Tesalia, la barbarie y los bosques de Tesalia,

por la pena de Malla, por la angustia de Malla derrotado en su torre sin vástagos varones.

Corre Quirón, galopa los montes de Tesalia, la asfixia de María sin sus hijos,

los montes de a saber qué le ocurre a sus hijos qué le hacen a sus hijos

por dónde andan sus hijos y quiénes van tras ellos

qué le harán a sus hijos

por los bosques de en nombre de la ley.

Corre Quirón en círculos de asfixia oquedades de normas,

trota por montes blancos de datos sin estrellas,

bosques caducifolios de algoritmos y Nasdaq,

megafonías de Nihil y hueco,

Nihil en las plegarias.

Corre Quirón,

corre por ríos de Celan y bosques de Tesalia, cenizas de Celan,

ceniza sin estrellas.

Ricolf frena el caballo.

Han cabalgado todo el día, todos los caminos, los llanos y la muerte,

como centauros sin ley, o centauros

sin tregua.

Desmontan en un claro que será

cuneta.

Guían a los caballos hacia un manojo de pinos cercano.

“Somos siempre o no somos nada.” Jura,

porque no hay para él lugares medios.

“Ellos allí, nosotros aquí, siempre.”

Mira los montes del Garraf al fondo

que se oscurecen por momentos. “Siempre,

o nunca. Es lo mismo, uno que otro.”

Y los hermanos juran morir matando antes que dejarse

ajusticiar,

antes que darle gusto a la justicia.

Perderse como hermanos en la sangre.

Trota Quirón por bosques de Tesalia mientras un viento seco jura montes.

La muerte sopla entre los árboles.