Moledo solo

CANTO XLIX

A Atares ya los miedos le crecían

y los bosques de brazos tras su cuerpo de Mir

Segundo, con ansias de Apolo en la cloaca,

y la estela de baba que cuelga de sus ojos.

Corre la chica y corre su amante violador.

Se entretienen sus faldas en las ramas, las zarzas

cómplices como dedos de la caza del perro.

Alicia no podrá correr, romper el círculo.

Son cinco.

Ya entiende a lo que van y lo que quieren.

No correrá.

Cae en el centro como un capullo de lágrimas

y sollozos sin voz mientras la zarandean.

La revientan por turnos:

Uno tras otro, tras otro, tras polla.