Moledo solo

CANTO XLIII

Y por sus venas corre

una sangre tan roja

que tardará semanas

en derramarse toda.

Atares vuelve a casa con un jarro de besos

y el murmullo del agua.

Vuelve a casa en palabras que anochecen el Duero,

palabras de su Joan

que arrastran el invierno

a un febrero cálido de flores y de sueños.

Vuelve a casa en su jarro

y le atropella el ánimo el gallo juvenastro

que viene por su senda

trotándole a su encuentro.

El muchacho aminora sin desmontar siquiera,

le lanza una sonrisa

y un dardo allá en su pecho:

“Ya no habrá impedimento a nuestro amor.”

Espolea al caballo

y se pierde en el polvo del camino.

Atares corre tras la estela incierta

de Mir corre ha dejado el jarro en medio

ha dejado su vida y corre y corre

la vida por las ramas por las sombras

corre lo pierde de vista la nube

de polvo del caballo ya anochece

corre no sabe adónde hacia la noche

hacia su Joan sin rumbo entre las ramas

una noche de ramas ya no sabe

adónde más correr adónde Joan

por el amor de dónde está su Joan.

Las palomas volaron de sus ramas,

y Atares lo buscaba sin remedio.

Caen desde entonces palabras y reptan.

Caen por Moledo mechones de gritos.

Y por sus venas corre

una sangre tan roja

que tardará semanas

en derramarse toda.