Noches en Poderna

El luto del Mateu con hache intercalada

Preguntado por su mala cara, el Mateu responde «no res». El Mateu, con hache intercalada del latín Matthæus, se ha tenido siempre por un hombre digno, pasa que, de un tiempo a esta parte, va quedando menos del hombre que detenta la dignidad: «no puch amb la dona».

—La Carmeta?

—La Carmeta.

La Carmeta es una mujer menuda que vende castañas en una esquina cualquiera del casco antiguo. Si no castañas, uvas pasas, higos secos o pipas con sal. Según vaya el año. Es buena gente y es bonita, a su manera. El Mateu la conoció a fuerza de pasear el luto por las calles de la vieja Poderna. Su difunta esposa, q. e. p. d., había sucumbido pocos meses antes a una tisis perniciosa y prolongada y lo había dejado solo en el mundo. Derrumbado, triste y solo. La Carmeta, por aliviarle en algo la pena a aquel hombre, le llenaba hasta arriba los cucuruchos de papel. El Mateu no pudo pasarlo por alto. La vida seguía quemando en sus entrañas después de tantas noches de soledad.

—Que demana massa?

—Rep tant com jo vulgui dar-li.

—Aleshores, què?

Todos sus usos, toda su maña, no sirven de nada con aquella mujer. El Mateu se inclina a reconocer que, en las primeras semanas, por aquello de la ilusión y de la novedad, se agotaba pronto. O muy antes. Los encuentros eran cortos. Eran como fogonazos de pasión que se sucedían de pronto y el Mateu, quieras que no, se dejaba llevar y, llevado del llevarse, se dejaba ir, siempre muy a gusto.

—Ben mirat, fou lo millor de tot plegat…

—Què m'has de dir!

—Vam estar així força temps. Ja ho crec.

—I doncs?

—Bueno, la Carmeta…

La Carmeta, en cierta ocasión, se volvió (estaba a cuatro patas, sobre el suelo, con la falda en la cabeza) y preguntó: «ja?». El Mateu sabía que ella sabía que ambos sabían que sí, que ya estaba, así que sólo cabía el lamento. Pero peor fue en otra ocasión, un tiempo después, cuando la Carmeta, advirtiendo que el Mateu se precipitaba una vez más, suplicó blandamente «una mica més, amor meu», a lo que el hombre repuso como pudo a partir de entonces. Se querían mucho.

—He fet tot lo qu'he pogut. Ho juro.

—Va, va. A mi'ncara'm passa'mb la dona, no't pensis. No sempre, no sempre, però, clar, de vegades un s'hi aficiona i…

—No, no. Si jo me puc estar molta estona, si cal. Però…

No halla la manera de complacerla. Y, queriendo como quiere a la Carmeta, se ha esforzado mucho en averiguar el modo de lograrlo. Incluso ha ido en contra de su gusto cuando se lo ha pedido: «fes-m'ho pel bell darrera, si's plau». La Carmeta se deja hacer de todo. La Carmeta se le entrega con ardor. La Carmeta, al igual que él, quiere que se quieran. Esta es la razón que le empuja a volcarse sobre ella una vez tras otra… para nada.

—Res? Com que res?

—Diu que no'rriba'nlloc.

—Home… enlloc, enlloc!

—D'ençà, que'm penso incapaç.

—Alto! Que tu ja vares complir amb el teu deure com a marit.

—Això dic jo.

—A qui?

A la Carmeta, en la alcoba de la difunta, le ha confesado que él antes era capaz de complacer a una mujer (la suya) y que aquello, todo aquello que les está pasando, le tiene preocupado de un tiempo a esta parte. La Carmeta, aunque muy despeinada, se lo piensa un momento. No quiere, en ningún caso, entender que el Mateu pueda estar sugiriendo que ella no es capaz de llegar a buen puerto, así que le habla de otros hombres en su vida, como algo lejano, que todavía recuerda: «no sé, nuviets, coses de la jovenesa».

—Molts?

—Prous.

El Mateu se destempla entre las sábanas. Cuántos. Pero qué hombres. Y cómo. O peor aún: qué tamaños fueron aquellos. La Carmeta se divierte, «no m'en recordo massa», y el Mateu se hunde en hondas cavilaciones. Aquello le agota. Está derrotado sobre la almohada. Cierta incidencia de la luz de la tarde en el lomo desnudo de la Carmeta le lleva a recordar las veces que consumó el matrimonio allí mismo, antes de la enfermedad. En los días felices. O no tanto, que el Mateu no se atreve a considerar seriamente que su difunta esposa, r. i. p. del latín requiescat in pace, hiciera siempre cuanto estuvo en su mano por complacerle.

—Semblaria que segueixes de dol. Se't veu més prim, la veritat.

—Estic fotut.