Noches en Poderna

Diálogo de los borrachos o Las bragas de l'Aneta en el pensamiento

del taller. Desque no está en manos del viejo Umbert, salen cada día un poquito más tarde. Y el viejo Joan Pere, a poco que esté oscureciendo en la calle, se lleva al Lluc a tomar unos vinitos a sitios que él conoce bien. El muchacho no está allí sólo para la madera. El viejo Joan Pere también le enseña donde se sirven los caldos más ricos y donde se guisan los mejores pies de cerdo de la comarca. Y, si les vienen en gana unos callos, se lo lleva a comer los callos de la Lleonarda, y lo que surja después: «la meva dona ja no'stà per festes, noi».

—Quin gustet, tu…

—Jo ja no podia més.

El viejo Joan Pere no sabe en qué pared está meando porque el viejo Joan Pere, después del quinto vino, sólo conserva una vaga impresión del mundo que le rodea. Es la casa de alguno, sin duda. El Lluc, sin embargo, si mira a lo alto, al balcón del segundo piso, se ve encaramado a la barandilla. Debía tener doce ó trece años cuando se subió la primera vez. Era sólo un crío con hambre de hombre. No sabía más.

—La meva dona ja no'stà per festes, noi.

—Què té?

—Qu'és molt vella.

—Ja.

—I-I no'n vol saber res…

—I com t'ho fas?

—Vaig a putes, he-he.

—On?

El viejo Joan Pere levanta la mirada con algún esfuerzo. Tiene los ojos empañados en los vapores del tinto malo que les han servido a última hora, cuando ya les daba lo mismo que igual el caldo que les echaran en el vaso. Luego vacila un segundo y le mira la polla al Lluc, «he-he». Mientras contempla el hilillo de pis vecino pegando contra la pared, empieza a decir:

—Conec la Nuri i conec la Pura, però la Nuri és encara massa jove per mi i jo, amb dones t-tan… florides, m'hi atabalo… No sé s-si saps per'on te dic, Lluquet.

Aquel Lluquet tan cariñoso en boca del viejo carpintero era su nombre de niño y aun de chaval. Todavía no recuerda donde la vio por primera vez. Se llamaba Ana (Aneta) y no olvida la mañana que, yendo de camino a clase, se subió a su balcón de un respingo. Ella estaba dentro, cambiándose. Se había quitado el camisón de dormir y el Lluquet le pudo ver las bragas y el culo fofo, sin gracia. Luego se embargó mucho rato en la visión de sus muslos, que eran apretados en carnes y estaban sin ropa.

—T'atabales?

—M'atabalo, noi, m'atabalo…

El viejo Joan Pere se sacude la churra por imperativo de la mujer, que es la que le lava los paños todos los días, pero su abuelo, el sapientísimo Joan Pere, ya se lo dejó bien claro en su día: «aunque te la menees un ratillo, la última va'l calzoncillo».

—No sé, noi. S-Són dones tan… maques, que'ls hi voldries fe'd-de tot, veritat?

—Sí.

—Però'ls anys, fillet, n-no't deixen.

—Coi, ves-hi a parts.

—Bah! Això's massa fred. N-No's de persones.

El Lluc lo comprende de sobra porque el Lluquet también se ponía muy malo si pensaba un momento en las carnes gruesas de l'Aneta. Se pajeaba a menudo murmurando su nombre por lo bajo, metido en cualquier rincón. Era imaginarse sus muslos apretados y turbarse todo encima. No cabía otra manera de vivir aquello, aunque aquello (tan natural, de otra parte) no se lo contase nunca a sus amigotes. No se atrevió. L'Aneta era una gorda un poco boba. Lo que ellos llamaban una vaca burra. Por más que le gustase al Lluc, si lo hubiese dicho, se habrían burlado dél toda la vida.

—Ja.

—A mi, Lluquet…

El viejo Joan Pere se sujeta los pantalones con las dos manos y lo mira a la cara, como con franqueza de más:

—A mi m'agrada estar-me a-ab una dona s-sense pensar-hi massa en re', saps? A mi, tot això dels càlculs… t-tot allò de posar-hi cap on no n'hi ha d'haver-hi, perquè's que n-no'n cal, saps? Tot'aquella cosa de comportar-se al llit… n-no va'mb mi, noi.

—Ja t'entenc, ja. Jo…

El Lluc apenas se sacude la churra antes de guardarla.

—Jo també vaig p-per feina, no't pensis.

—Als teus anys, fillet?

—Al meus anys, sí.

—Oh, Lluquet, si jo pogués…

—Què?

—M'hi passaria nits senceres!

—Nah, nah!

—Hi ha cosa més m-maca'l món?

—Massa mastegar f-fa bola a la boca.

—Home, dit aixins!

—I què?

—J-Jo m'agrada més fe'petits mossos an aquí i an allà, eh?

Y se le escapa una sonrisilla que se le escurre por las arrugas de la cara, pero el Lluc, «ja, ja», se queda mejor donde está, que es adonde iba:

—Prô jo… jo sóc més a-aviat amic de mossegar-ne una diferent ca-cada vegada… O no?

Los ojos del viejo Joan Pere, en oír aquello, se iluminan un momento. Aunque fugazmente, tienen el brillo moribundo de una estrella que titilase al fondo de un vaso de tinto:

—Seràs capaç?

El Lluc se crece sin permiso de nadie.

—No gasto compromisos, jo.

—J-Ja…

—A-Ara mateix m'estic currant u-una guarra…

—Au, va! Qu'és m-molt marrana, aquesta?

—No pas. És qu'és casada.

—Malparit!

—Si la vegessis…

—Quina és?

—Es diu Montse.

—És m-molt joveneta?

—Té'ls meus anys.

—Oh, quan la dona busca fora de casa, Lluquet…!

—Què?

El viejo Joan Pere no llega a contestar. No puede. Sus entrañas se han puesto en marcha como un viejo engranaje largo tiempo abandonado. Es como si alguien hubiera accionado el mecanismo sin querer y la maquinaria, después de algunas toses, comenzara a echar un humo vivísimo por la boca:

—Va, va, n'hem a putes, noi, que m'has obert la gana i la meva dona ja no'stà per hòsties…!

—V-Vols dir?

El Lluc mira al Lluquet que, a su vez, mira a l'Aneta en la intimidad de su cuarto.

—I tant que sí! Et duré a casa de la Pura, c'allò sí qu'és una donota com cal!

—No's massa tard?

El Lluc, por momentos, no puede dejar de mirar al balcón donde se subió cuando tenía doce ó trece años. La persiana está echada desde que han llegado, pero el Lluc diría que, con las voces (las suyas), han despertado a los vecinos y se ve luz dentro. Puede que sea ella, l'Aneta. Si todavía vive allí, si no se ha marchado del barrio después de tantos años, puede que les haya escuchado hablar. A lo mejor, le ha reconocido y ha pensado «per què està tan borratxo, a aquestes hores» y el Lluc querría explicárselo (sus razones tiene) y sopesa, por un momento, si sería buena idea subirse de un salto al balcón, aunque sólo sea para disculparse.

—Les putes no tenen hores de feina com naltros, fill. No c-conec cap síndic de putes, jo. Se-Seria terrible si's posesin en vaga, veritat? Au, v-va! Vine'mb mi, c'anirem tots dos plegats, que la puta Pura, la molt bagassa, s'ho deixa fe'tot. Va, som-hi, Lluquet… Lluc-c? Però és pot saber què mires tota l'estona, gamarús?