Noches en Poderna

La Joana y el muñón donde la pierna

—I si jo perdés una cama?

Diciéndolo, la Joana no espera una respuesta, sino que se ve sentada en una silla, junto a una ventana desnuda (esto es, sin cortina, ni otra cosa que el cristal frío de la mañana). La ventana se encuentra en una sala que está por amueblar. La luz no es triste, sólo que el lugar se ve muy vacío, y la Joana se mira con pena la pierna buena y el muñón malo donde antes tenía la rodilla, la pantorilla y el pie. El horror se lo produce, sobre todo, la imagen del zapato sin par a los pies de la silla, como si las cosas enteras fuesen menos cuando no son correspondidas.

—Es pot sabe'què t'agafa, ara?

Y el Pere no puede dejar de imaginársela en la cama, sin ropa y sin pierna. Aunque no quiere insistir en la posible mutilación del cuerpo de la amada, se pregunta cómo podrán hacerlo llegado el caso. Le da cierto reparo verla así (el muslo desnudo y tierno donde ha puesto tantísimos besos, acabado en un muñón redondo y suave), pero, al asco que le sube de la entraña, le sigue una bocanada de pena buena por ella y su pierna mutilada y la compasión lo mueve a ternura y, entonces, cuando regresa al calor del amor, siente muy bien que podría volver a follársela otra vez «perquè jo t'estimo de veres, Joana».

—Eh?